El Peloponeso

Esparta

 
Esparta, en el Peloponeso de la Grecia Continental
 

Esparta

La capital de la provincia de Laconia es la ciudad de Esparta, un vergel a los pies del monte Taigeto y a orillas del río Eurotas, que destaca por su producción de cítricos, buena parte de la cual se destina a la elaboración de zumos de frutas que gozan de gran aceptación en todo el país.

Según nos cuentan los historiadores, los habitantes de la antigua Lacedemón, esto es, Laconia, eran hombres sobrios y parcos, de ahí el adjetivo lacónico. Hoy en día, los hombres y mujeres que viven en esa parte de Grecia nos reciben con los brazos abiertos y no les faltan palabras para agradar a quienes quieren visitar sus tierras. La Esparta actual no tiene hoy, ni de lejos, el mismo peso socio político que tuvo antaño en la Hélade, y es una ciudad de segundo orden. Pero sí cuenta con una serie de atractivos dignos de ser visitados. De lo que fue la antigua Esparta cabe resaltar los restos de la acrópolis y el teatro, a las afueras de la ciudad. Se encuentran desperdigados por el campo, con los olivos como únicos guardianes. Se accede a ellos desde la carretera principal, si bien no tienen una entrada definida.

 

Esparta, en el Peloponeso de la Grecia Continental
 

A diferencia de la de Atenas, la acrópolis de Esparta no es un recinto cerrado. No hay horarios ni vallas, al igual que ocurría en la antigua Esparta, ya que sus orgullosos habitantes sostenían que sus gentes eran sus propias murallas. En la ciudad se encuentra la tumba de Leónidas, un monumento funerario consistente en dos sillares rectangulares erigido en honor del legendario rey que guió a los griegos en la batalla de las Termópilas, en las Guerras Médicas contra los persas. La coalición griega se estableció en el citado desfiladero para impedir el avance de las tropas persas y les consiguieron contener durante los primeros días, pero, según nos cuenta la historia, un pastor heleno llamado Efialtés (nombre que en griego significa pesadilla) traicionó a los suyos y mostró un paso secreto al rey Jerjes y su ejército por el monte Kalidromo para coger por sorpresa a los griegos. Cuando Leónidas tuvo noticia de la emboscada licenció a la mayoría de los hombres y se quedó con su guardia personal, trescientos espartanos. A ellos se les unieron voluntariamente setecientos guerreros de Tespia liderados por Demófilo, y el contingente de Tebas, obligado por Leónidas a quedarse, ya que el rey espartano dudaba de la lealtad de los tebanos. Los griegos cayeron pero Grecia ganó la guerra gracias a las posteriores victorias en Salamina y Platea. También en Esparta podemos encontrar el santuario de Ártemis Orthia (“Erguida”, advocación de la diosa como protectora de niños y adolescentes), el más renombrado de los santuarios de la diosa, en el que los jóvenes espartanos eran flagelados en su honor. El santuario sufrió una serie de cambios desde su fundación, en el siglo X a.C., (si bien el templo no fue erigido por primera vez hasta mediado el siglo VIII a.C.) hasta el siglo III d.C., incluida la construcción de un anfiteatro romano cuyos cimientos aún se pueden observar delante del templo. Antes de abandonar la ciudad merece la pena visitar el Museo Arqueológico y el Museo del Aceite de Oliva. El primero atesora una nutrida colección de mosaicos pertenecientes al periodo romano, así como una serie de ofrendas votivas del mencionado santuario de Ártemis Orthia y otro dedicado al dios Apolo que se levantó en la próxima localidad de Amíkles. Por su parte, el Museo del Aceite de Oliva nos muestra el proceso de extracción del precioso líquido, sus diferentes usos, elementos peculiares relacionados con el aceite y otros.

 

Esparta, en el Peloponeso de la Grecia Continental